jueves, febrero 18, 2010

Me desperté con una pena enorme, con ojeras de lágrimas muertas y congestión tóxica en el alma, con la piel llena de arrugas de cama... cansada, cansada hasta los huesos.
Mi imagen en el espejo era tan desalentadora, a tal grado comparado a la desesperación que siente un niño cuando su madre le dice "hoy no habrá postre"...
Un reflejo brillante me cegó un instante, mi vista asombrada y curiosa se asomó con cuidado a ese cristal cubierto en plata y lo descubrí, las preocupaciones, la pena, los malos ratos, me pintaron una larga, brillante y fina cana...
Una vejez precoz empieza a apoderarse de mi cuerpo.

1 comentario:

edwinyoshi dijo...

que paso tomaste mucho licor que amaneciste con dolor de cabeza :P